domingo, 15 de febrero de 2009

3ª Semana, África

De cómo una espiral se convierte en círculo.

No puedo creer que por fin haya acabado la semana, me ha parecido eterna. Demasiado trabajo, demasiado en que pensar y muy pocas ganas. Algo incompatible.

La lluvia complica las cosas en la excavación. Todo está lleno de barro, aunque tengamos unas grandes carpas al más puro estilo caseta de feria, el agua se filtra por todas partes. Por eso básicamente hemos estado datando restos y catalogándolos.

Y conforme avanzamos, nos alejamos de la actual teoría de la historia natural, que apoya la idea de que el neandertal coexistió con el Homo sapiens y quizá terminó extinguido por la competencia con nuestra especie. En el asentamiento de Tortuosa no ocurrió así. Todos los modelos de simulación y los análisis de ADN mitocondrial apuntan a que existió cierto mestizaje entre ambas especies, a pesar de las grandes diferencias anatómicas. Nada de esto estaría sucediendo si aquella persona que un día encontró la punta de flecha, en vez de entregarla al Ayuntamiento, hubiera decidido llevársela a casa para cumplir una nueva función, adornar.

Es lo que suele hacer la mayoría de la gente, sin pensar en la importancia de sus actos. Contamos con datos sesgados para inventar o mejor dicho, reinventar la historia. Porque por mucho que queramos, nunca sabremos que sucedió exactamente, ni por qué.

Igual que yo nunca sabré por qué ha tenido que llamar, por qué ha tenido que volver a intentarlo. Ahora que no echo de menos despertarme sin él. Ahora que, aun estando en las antípodas, no me encuentro tan sola como cuando lo tenía a mi lado. No entiendo por qué no lo deja estar. Es mejor así. Al menos eso dijo él, cuando le dije que tenía un nuevo trabajo a miles de km. Le propuse venir, pero no quiso. Y ahora que yo también opino que es mejor así, él decide cambiar de idea. Sin importar lo que yo piense, como siempre. Es como una espiral que se convierte en un círculo, y que me devuelve al punto de partida.

Con cierta soberbia retórica intento sacarlo de mi cabeza. Es mi única meta, quedarme vacía, sin sed, sin deseos, sin sueños. Sin alegrías ni penas. Ese es el mayor problema de los novios, que evolucionan a ex novios, como una nueva especie, adquiriendo la capacidad de poner tu cabeza y sentimientos patas arriba, gratuitamente.

Llego a casa y Juanito me silba y me dice ¡hola guapa!, menos mal que aún hay alguien que me eche piropos, aunque esté cubierto de plumas y siga una dieta a base de pipas y frutas.

-¡Bladimir! ¡Conozco esa cara!, ¿¿ya has vuelto a liarla??

Con un sonido simiesco, Bladimir corre para esconderse en el último rincón, desde donde, al poco tiempo, asoma para ver mi reacción ante su desastre. Ha sacado toda la comida del frigo, y se ha preparado él solo la merienda. Sólo espero que encima no se ponga malo, porque la comida está para tirarla. Al menos me ha hecho olvidar por un momento todo lo que rondaba por mi cabeza, la cual dicen que es redonda para que los pensamientos puedan cambiar de dirección. Y la magnífica evolución podría también haber puesto un filtro mental, que te permitiera descartar todo lo que no te va a llevar a ninguna parte. En ninguna parte, así me siento. TOC, TOC, TOC. Llaman a la puerta. Es Tomy, con la cena.

- ¡¡Hombree!! Que oportuno. Acabas de salvarme de una muerte por inanición casi segura.

- ¿Ha sido Bladimir, verdad? Siempre fue un poco revolucionario. Sabes que no es buena idea que estén tanto tiempo solos -dice Tomy-. Por cierto, no funciona el timbre.

- Sí que funciona -le digo yo, tirando las últimas cáscaras de plátano a la basura. -Lo he desconectado, no me gusta el sonido que tiene.

Creo que prefiero no contarle nada de la inesperada y non grata llamada telefónica. Son muy buenos amigos, y su opinión nunca es objetiva.

-Traigo comida china y un par de botellas de vino.

- ¡¿Dos botellas, Tomas?! ¿Traerás invitados, no?

- No. Estamos solos, tú y yo.-dice descorchando la primera.

- Eso es precisamente lo que me da miedo -pienso en voz alta.- ¡¡Enciende la chimenea!!- chillo desde la cocina, intentando desviar su atención. La última vez que trajo vino para cenar, el fin de fiesta tuvo lugar entre las sábanas.

- Trae las copas Afri- un escalofrío recorre mi cuerpo. Sólo me llamaba así Alan, mi ex. Casualidad o sincronismo, prefiero no pensarlo. Hacer como que no lo he escuchado. ¿Cómo voy a conseguir que se convierta en un recuerdo de esta manera?

Mientras sacamos la comida de las bolsas, leo el cartelito: Restaurante Chino la Gran Muralla VII ¿Cuántos restaurantes chinos hay en Tortuosa? Recuerdo haber visto un par de ellos, quizás tres, cuando la semana pasada fui a la Asesoría. ¡Mierda, la Asesoría! con tanto jaleo se me ha olvidado por completo. Tenía que haber ido esta semana. Y mañana es domingo. Espero que no haya mucho problema, y espero más aún acordarme la semana que viene.

Debido a la redondez de mi cabeza, y después de la segunda o tercera copa, veo las cosas de otra manera. Durante la cena hemos hablado de la excavación, de lo lejos que está mi casa del centro de la ciudad y lo oscuro que es el carril que llega hasta aquí. No más oscuro que ese pozo sin fondo donde se agolpan mis pensamientos, ahora nadando en un Reserva del 97.

Después de mil y una historias y alguna que otra risa, él me mira, y yo me dejo llevar sumisa, intentando escapar de mí misma, en una breve narcosis contra el dolor y lo absurdo de la vida, como un samana. Y enganchada en su espalda, mientras nos dirigimos a la habitación, le susurro: Tomas Wallace, el amor es sólo una adaptación para conservar la especie humana…

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