domingo, 15 de febrero de 2009

3ª Semana, Felipe

Me sonaba el móvil, Cristina, mierda, es verdad, había quedado con algunos compañeros de la facultad, y algunas amigas del trabajo, íbamos a tomarnos un algo en el Arthurs, para luego cenar por ahí y salir un rato. Acabábamos de terminar los exámenes y habría que celebrarlo de alguna forma.

El teléfono no para de sonar.

- ¿Cristina? Lo siento, se me olvidó por completo, ¿han llegado todos?... sí, ¿verdad?... bueno, decidme donde vais a cenar y tiro ya directamente para allá... Vale, venga, lo siento, nos vemos ahora, llego antes de que te dé tiempo a criticarme.

Una ducha rápida y a la calle. Los advertí de que me avisaran hoy después de comer, que se me olvidaría.

Me paro frente al espejo tras salir del agua, me gusta mirarme un rato, me gusta mi cuerpo, tuve suerte en algunos aspectos, otros me los he trabajado yo mismo, pero el resultado aquí, al verme reflejado me encanta.

Mi pelo ensortijado cayendo sobre la frente, mojado, aparto con una mano el mechón que tapa mis ojos, verdes, oscuros, de la tierra como decía mi abuela, no extranjeros. Una gota cae desde la frente deslizándose por la patilla y dibujando mi mandíbula perdiéndose en la barba de tres días que mañana o pasado he de afeitar. Me estiro, me gusta estirarme, ver como se definen mis músculos bajo la piel, perfectamente tallados en duras sesiones de gimnasio. Paso una toalla sobre mi pecho, la llevo a la espalda, la ato alrededor de mi cintura, he de darme prisa.

Pantalón vaquero y camisa negra, clásica, y siempre elegante, perfecta para no destacar, pero poder desplegar todos mis encantos si fuere necesario. Cojo el abrigo, me paro en la puerta, y observo el "post it" que mantengo siempre desde la última vez que se me olvidaron las llaves dentro.

Llaves

Cartera

Móvil

Dinero

¿Paraguas?

Bolsillo a bolsillo, fui tocando para cerciorarme de que estaba todo. Y listo. Hoy tenía prisa así que bajaría los once pisos en el ascensor, y cogería un taxi hasta la pizzería de Marino.

Una vez allí Cristina me saluda desde la mesa, debaten algo acaloradamente, tras enterarme de que ya han pedido me acerco a la barra a ordenar una ensalada y una tónica para mí. Desde allí me quedo observando; hoy, día de San Valentín, más que nunca, irán todos a saco, por lo que raro será el que acabe solo en su cama esta noche. Menos mal que el novio de Cristina está fuera de la ciudad, y al menos la tendré a ella. Me acerco para sentarme en la silla que queda libre.

- Fede, quedamos en que me llamabas esta tarde, para recordarme lo de esta noche.

- Pero tío, cómo se te puede olvidar que salimos un sábado por la noche, ¿estás mal de la cabeza? Vosotros los loqueros sois los que peor estáis.

- Fede, ¡llevas en la facultad incluso más que yo!

- Lo cual refuerza mi teoría.

En fin, comida italiana, no mucha para mí, una tónica, medía botella de vino, y un par de cocktails, y estábamos listos para salir. Últimamente frecuentábamos un pub por el centro que estaba bastante bien.

A eso de las tres de la mañana Cristina se había ido, Paula y Carlos liándose, Fede y Verónica en casa de esta, y yo en la barra riéndome con el camarero de cuan deprimente podía ser San Valentín. En fin lo de siempre.

El camarero parecía agradable, y no parecía que lo estuviera molestando, pero que me aspen si no hay nada que tema más que ser el pesado de turno. Era hora de irse a casa. De camino a la puerta, cogí a Carlos del hombro separándolo bruscamente.

- ¡El sábado que viene salimos sin chicas! ¿Entendido?

Me decidí volver a casa andando, me gusta pasear por la ciudad, cruzarme con la gente, adivinar en qué están pensando, otras veces, simplemente es por esperar a que se me pase un poco la borrachera para no tumbarme y que todo me dé vueltas. Esta vez era la segunda.

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