martes, 7 de abril de 2009

¡¡¡NOS MUDAMOS!!!

Pues sí chicos, ya está listo el nuevo blog.

Todo el que quiera seguir las historias que ocurran en Tortuosa, tendrá que hacer un sólo click AQUÍ y llegará hasta la ciudad.

¡Saludos!

FDO: Carlos.

jueves, 2 de abril de 2009

5ª Semana, Walter

Sumido en la oscuridad, me costaba trabajo respirar debido a los golpes que había recibido y notaba como la sangre caía lentamente por mi frente derramándose gota a gota sobre el suelo sucio. El charco de color rojo era cada vez más grande y desprendía un ligero olor metálico. El dolor me hacía sentir bien, pero no quería morir de aquella manera.
….
Curiosamente la cara de Sofía no mostraba enfado, más bien satisfacción.
- Te repito Walter ¿para qué sacaste esta información del Sr. Balumer?
No tenía respuesta preparada para aquella pregunta. Otra vez mis ganas de terminar con todo habían hecho que cometiera un error. ¿Cómo había dejado aquellos papeles a la vista de todos?
- Un cliente me preguntó por él, necesitaba saber con quién estaba tratando.
- ¿Un cliente? ¿Qué cliente Walter? – No tenía respuesta para eso.
- Javier de Villar – Fue el primer nombre que se me vino a la cabeza – Ha entrado esta mañana. Parece ser que el señor Balumer le debe dinero.
- ¿Javier de Villar? – Parece que se lo había creído – María no me ha dicho que haya entrado ningún cliente con ese nombre.
- Cogí yo el teléfono directamente, María no sabe nada.
- Muy bien, y ¿qué cantidad se supone que le debe el señor Balumer al señor de Villar?
- No me ha concretado la cantidad, simplemente ha llamado para pedir información, quería saber cuando le íbamos a cobrar por recuperar su dinero.
Sofía se quedó pensativa durante un segundo. Parecía que la había convencido. Había tenido que improvisar dándole el nombre de mi profesor de inglés en secundaria. A saber que estaría haciendo en ese momento. No pasó más de un minuto antes de que Sofía volviera a hablar mientras que mostraba una amplia sonrisa.
- Me gusta tu estilo Walter – No conseguía entender por donde iba – Rómulo ya me advirtió que tenías gran inventiva. - ¿Rómulo? ¿Conocía a Rómulo?
- ¿Te sorprende Walter? Acaso crees que no iba a saber quién eras. ¿Por quién me has tomado? Debes saber que gracias a Rómulo trabajas con nosotros. Cuando me llegó tu candidatura no podía creer lo que estaba leyendo. Por supuesto lo primero que hice fue llamarlo.
No había ninguna duda, sabía perfectamente quién era Rómulo Balumer, después de todo no había sido tan precavido como pensé. Pero eso no era lo peor, lo peor era que parecía saber perfectamente quién era yo. No tuve más remedio que reaccionar.
- ¿Quién eres Sofía?
- ¿Perdona? No puedo creer lo que está pasando aquí. – Parecía indignada. - ¿Me estás preguntando que quién soy? Gualberto Méndez, el pobre huerfanito me está preguntando quién soy - No podía creer lo que estaba sucediendo.
- Sí Sofía, ¿quién eres? ¿De qué conoces a Balumer? y ¿qué sabes de mí? - Volvió la sonrisa a su cara. Parecía que estaba disfrutando con todo aquello.
- Walter. Lo sé todo de ti. – No podía ser verdad.
- ¿Qué quieres de mí?
- ¿Crees qué quiero algo de ti?
- Sí.
- Es cierto, quiero algo de tí.
Se giró levemente para abrir uno de sus cajones. Tras rebuscar brevemente en él, extrajo una serie de carpetas y las puso sobre la mesa. En la p0rtada de cada una de ellas pude observar distintos nombre de personas que no conocía. Sofía continuó hablando.
- Digamos que estás personas deben bastante dinero a clientes importantes y se están resistiendo a nuestras “gestiones telefónicas”. – Volvió a poner su sonrisa soberbia – Necesitamos a alguien que vaya a buscarlos y los “convenza” de que paguen.
- Sofía, ¿qué me estás pidiendo?
- ¿No he sido lo suficientemente clara?
….
Habían pasado tres días desde la conversación con Sofía en la que me pedía que fuera el matón de Gestora de Servicios y desde entonces no había vuelto a sacar el tema. El día estaba soleado en Tortuosa y el fin de semana se mostraba poco motivante, como siempre. Aún no había abierto el sobre con información del Negro porque quería reservarlo para cuando tuviera la cabeza fría. Estaba a punto de llegar a mi casa, cansado, y eso me impidió ver el coche negro aparcado junto a mi portal. Subí las escaleras de una en una, lentamente, reflexionando sobre las palabras de Sofía, ¿podría hacer lo que le pedía? ¿Qué relación podía tener con Balumer como para que me hubiera contratado por él? Todos estos pensamientos hicieron que no percibiera el momento exacto en el que perdía el conocimiento debido al fuerte golpe recibido en la cabeza, nunca supe muy bien con qué me habían golpeado, simplemente noté un fuerte dolor y una gran oscuridad.
….
Cuando todo volvió a aparecer ante mis ojos y volví a ser consciente de quién era, lo primero que noté fue un sabor desagradable a hierro en mi reseca boca. Por otro lado, al intentar tocarme la cara para ver si estaba sangrando, pude comprobar que tenía las manos atadas. Intenté ponerme de pie pero noté que también tenía las piernas atadas a las patas de la silla en la que estaba sentado. Me dolía la luz que entraba sin permiso y que hacía que todo pareciera borroso. Poco a poco, la nitidez volvió y pude empezar a apreciar los detalles de la habitación vacía en la que me encontraba. Justo a mi espalda pude percibir un movimiento, intenté girarme, y un profundo dolor apareció en mi cuello.
- Mira quién se está recuperando. – No pude distinguir la voz de quién hablaba.
- El Chico vuelve a la vida – Inconfundible, era la voz del Negro.
Tenía la boca demasiado seca como para hablar.
- ¿No tienes nada que decir chico? ¿te ha comido la lengua el gato?
- Agua. – Fue lo único que pude decir.
- ¿El chico tiene sed? – La imagen del negro apareció delante de mí – Para que veas que no soy tan malo como crees voy a darte algo de agua.
Desapareció de nuevo de mi presencia y cuando volví a verlo llevaba una botella de agua en la mano. Me la acercó y me dio de beber. Continuó hablando.
- Te voy a contar lo que va a pasarte a continuación, porque no me gusta dejar las cosas a medias y no me gusta que me tomen el pelo. – Me agarró la barbilla para que lo mirara a la cara, podía oler su aliento a vino - Para empezar, quiero que te quede claro que me vas a pagar el doble de lo que me debes en un plazo no superior a dos semanas y, para que no se te olvide, mi amigo el pelirrojo te va a seguir arreglando la cara un rato. ¿Algo que decir?
- Gilipollas.
- Bien, me alegra que estés de acuerdo. Ahora mi amigo empezará su trabajo.
El gordo pelirrojo comenzó su trabajo. No recuerdo los golpes que recibí antes de que la luz se fuera de pronto.
- ¿Qué ha pasado? – La voz del negro parecía asustada - ¿Se ha ido la luz?
- No lo sé jefe, de todas formas ¿no le parece que ya ha tenido bastante?
- Vale, está bien por hoy. Desátalo y vámonos de aquí.
Bruscamente, noté como me quitaban las cuerdas que me ataban y empujaban la silla para que cayera al suelo. Poco después pude oír como se abría la puerta y salían de la habitación.

8ª Semana, Isaac

-¿Alguna vez comes algo distinto a las gambas?

María mastica cien veces su gamba antes contestar. A ratos me odia. A ratos no. En ocasiones vuelve a ser mi aliada, mi espía. Esta no es una de esas ocasiones.

-Sabes que he tenido que comer cosas peores. Tú mismo me has obligado a ello.

Sus palabras me parten en dos. Nadie excepto ella tiene ese poder sobre mí. No entiendo por qué busco su compañía con tanto ahínco a pesar de que nuestros encuentros suelen terminar de un modo desagradable.

-Explícate.

No es necesario que lo haga. Sé a qué se refiere y por primera vez en mi vida me siento mal por ello.

-No hace mucho iba por las tardes a tu casa y me quedaba hasta tarde. Te acuerdas ¿verdad? Seguro que te acuerdas…

Vuelve a meterse una gamba en la boca y la mastica más tiempo del necesario. Me hace esperar, me hace sufrir. El silencio me golpea sin piedad. Quiere recordarme qué tipo de canalla soy.

-… y cuando me quedaba a cenar pedías pizza. Yo odio la pizza.

Otra gamba. Otra pausa. Me da la oportunidad de réplica, me quiere zambullir en una lucha que tengo perdida de antemano.

-Odias la pizza.

Y esa es toda mi réplica.

-Odio la pizza- corrobora María - ¿Pensabas que me refería a otra cosa, Isaac? ¿Tienes algún remordimiento, algo en la conciencia que te haya hecho creer otra cosa? ¿Tienes conciencia Isaac?

He destruido vidas por menos de eso. He hecho suplicar a gente por la mitad de su desfachatez… pero siempre se lo merecían. ¿O no? De todos modos María no se lo merece. Tiene todo el derecho del mundo a odiarme y a hacerme sentir mal. Lo que no sabía es que alguien tuviera ese poder.

-Lo siento.

A los dos nos sorprenden las palabras. Son palabras sinceras, tristes incluso. Cargadas de humildad y humanidad. El tipo de palabras que son incapaces de salir de mi boca. Y sin embargo, lo han hecho. María me mira incrédula, el odio desaparece de sus ojos y su mirada se llena de una inmensa compasión. Siempre he preferido dar asco antes que pena, pero no me siento con ánimos para intentar dar asco.

-Siento haber pedido pizza cada noche. Siento no haber preguntado sobre tus gustos, o si tenías hambre. Siento que…

-No te atrevas…

De nuevo el odio la inunda. Sus pupilas se encienden y me queman el alma, la carne, la existencia. Casi parece a punto de clavarme su tenedor de ensalada. Pero ¿qué es lo que la ha enfadado tanto?

-María yo...

-Suéltame la mano, Isaac. Ahora mismo.

Bajo la mirada y descubro cómo mi cuerpo me ha traicionado como nunca antes lo había hecho. Allí abajo, a kilómetros de distancia, mi mano derecha, por voluntad propia, ha tomado la preciosa mano de María mientras mi pulgar, osadamente, le acaricia el dorso de la misma. Instintivamente, y con tremendo esfuerzo, la libero.

-Yo…

-No vuelvas a intentar nada parecido, Isaac. Sé quién eres, no me vas a engañar, no soy una de esas bobas tetudas que coleccionas. No me deslumbra tu dinero, veo perfectamente lo sucio que estás.

-Yo…

-Tú me has metido en tu cama cada noche por dinero. Y yo lo he cogido. Eso no cambiará nunca, Isaac. No sé cuánto más tendremos que seguir con esta farsa, ni cuándo te perderé de vista, pero no vuelvas a intentar hacer manitas conmigo otra vez, Isaac. Porque lo mando todo a la mierda. Te lo juro.

Tras su discurso clava sus pupilas en las botellas hay al otro lado de la barra. Traerla a un bar de tapas no ha servido de nada, el restaurante chino no le daba ventaja, es que es muy buena.

-A ver pareja, ¿cómo están esas gambitas?

-Muy buenas –responde María con una sonrisa al camarero que ha olido el mal rollo y pretende sofocarlo con una no solicitada dosis extra de simpatía.

-Bueno, ¿qué os pongo por aquí? ¿Os traigo una de manitas de cerdo?

-No gracias –replica mirándome- de eso ya estamos servidos.



-No pasa nada Isaac, de todos modos, yo también estoy cansada. ¿Te quedas a dormir de todos modos?

El tono condescendiente de Carmen Aguado es casi tan humillante como el contacto de mi fláccido miembro contra mi muslo.

-Venga, no te pongas así, de verdad que no me importa. Vamos a quedarnos así abrazaditos, en realidad lo prefiero…

Claro, aún debe durarte la que te dio Maktum. No necesito oírte hablar en tercera persona para despreciarte. Me lo has arrebatado todo, maldita zorra presuntuosa. ¿Cómo pude enamorarme de ti? Dios, soy un verdadero enfermo.

-Dime algo, Isaac.

Y lo hago. Me disculpo. Me disculpo y me voy. Con la mirada compasiva de Carmen Aguado aún fresca me monto en mi coche y me voy. Si al menos tuviera aquí mi Porsche… No, no necesito una tirita, necesito una cura. Una mano que se revela y busca cariño y mi primera disfunción en la misma tarde no pueden ser casualidad. Como no puede ser casualidad la placa dorada que reluce en mitad de la noche, por eso me bajo del coche y voy en su busca. Ni siquiera me sorprende encontrar una respuesta en su cuidada serigrafía. Entro en el portal y llamo al ascensor. Le doy tres segundos de gracia y me lanzo escaleras arriba. Mi suerte no se ha acabado, la puerta es de cristal y hay luz dentro. Un chico joven repasa unos papeles en la que debe ser la mesa de recepción. Golpeo el cristal para llamar su atención.

-Necesito ver al doctor Rosano –grito a través de la puerta.

El chico se sobresalta al oír mis golpes. Está asustado, o lo parece.

-No está –dice tímidamente- se fue hace horas… es un poco tarde…

Miro la hora, son más de las diez de la noche, aún así saco de mi cartera un billete de quinientos euros y lo pego al cristal.

-Necesito ver a un psicólogo.

8ª Semana, África

-¿Lo haces para confundirme o cambias de opinión a cada momento?
-Ahí está el mal. Cambio de opinión porque no tengo cerebro, todo es paja.
-¿Cómo puedes hablar si no tienes cerebro?
-No lo sé. Pero muchas personas sin cerebro hablan día y noche, ¿no es cierto?
-Sí, tienes razón.

Todos en algún momento hemos tenido que seguir el camino de las baldosas amarillas. El problema es saber dónde empieza, dónde acaba, y qué es amarillo. Porque no siempre tenemos la suerte de encontrar a un espantapájaros, a un hombre de hojalata o a un león cobarde.
De pequeña me encantaba esta película. Por eso no he podido evitar sentarme a verla con Said y Manuel. Entonces los dibujitos más violentos que podía ver en la tele del bar del pueblo, cuando salía del colegio y esperaba a mi madre que saliera de trabajar eran “Los Aurones”. Después de un “ñam ñam, poti poti” los malos malísimos se convertían en verduras.
Recuerdo que cuando me portaba regular, mi abuelo me miraba fijamente con cara de horrorizado y decía ¡Oh no, África! ¡Tu cara se está poniendo verde! ¿Y si te conviertes en pimiento? Y yo, que no entendía mi vida transformada en hortaliza, recapacitaba.

Toc Toc. La puerta. Toc Toc Toc. Quién sea es muy impaciente. Toc Toc. ¡ya voy! Y al chillar, conseguí justo lo que no quería. Un loro embrutecido y balanceante diciendo ¡enseña la patita por debajo de la puerta! una y otra vez.

Es Tomy. Ahora entiendo su insistencia. Viene cargado con cosas, entre ellas una caja entera de pañales.

-Ea!! Ahí tienes, hasta que el niño haga la comunión.

-El niño no hará la comunión, Tomy. No obstante, con eso no tengo ni para dos semanas. Gracias, muchas gracias. Aunque no tenías por qué haberlo hecho. Aún no entiendo por qué los pañales no los pasa el seguro.

-Deja de quejarte por norma, sabes que al final todo acaba saliéndote bien.

-Sí, claro. Es fácil decirlo cuando no se tiene un balance negativo de ganancias mensuales.

-Podrías aceptar el ascenso.

-¿Y que se cumpla el principio de Peter?

- Joder África, hacía mucho que no escuchaba eso- Tomy es un poco escéptico en cuanto a las teorías sin rigor científico, pero esta en concreto es una realidad machacante, y lo sabe.

-“El principio de Peter dice que en cualquier entidad organizada jerárquicamente, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. La verdad es que estoy bien donde estoy.

-Sí, pero no tienes un puto duro para mantener a tu nueva familia postiza. Podrías aceptar el dinero del viejo.

-Tiene una pensión de broma Tomy, no podría hacer eso. Ya bastante hace con cuidar de mi familia postiza, como tú la llamas. Aunque para ello haya tenido que convertirse en uno más.

-Podrías aceptar la propuesta de Alan de venirse a vivir contigo. Tiene un sueldo envidiable

-Creo que te estás volviendo loco por momentos. ¿Te das cuenta la cantidad de pamplinas que estás diciendo?

-¡ ¡Bueno bueno!! Que yo sólo quiero ayudar.- Dice Tomy a la defensiva- Además erais muy buena pareja.

-Éramos. Del verbo ya no somos.

-Ahora que lo pienso, si que es una pamplina. Porque si él viene, yo tendré que irme.

-¿ Eso lo has pensado tú solito?- no se me ocurre nada mejor que decir.

-¿Aún no le has dicho nada de lo nuestro?

-Define “lo nuestro”- ya no habla, aunque puedo ver un gesto extraño en su cara- No le he contado nada Tomy, ¿qué quieres, que se ralle tanto que acabe viniendo a buscarme? Demasiado traumático.

-Pensé que no te gustaban los secretos

Y prefiero dejar ahí la conversación. No pienso dar más explicaciones. Sé que el lo está haciendo por mí. Intenta ayudar. Pero no debe meterse en el berenjenal. Puede traerle problemas. Y a mí. Porque Alan es capaz de cualquier cosa. Y yo soy su ex. Y Tomy, su mejor amigo. Y si no nos entendíamos estando uno delante del otro, no voy a conseguir explicarle nada a un montón de kilómetros.

-Creo que va siendo hora de cenar. ¿Manuel, ha acabado ya la película?

-Si hace un ratillo- creo que estaba dormido- tengo hambre.

-Pues venga, prepara la cena, anda. Yo mientras le daré el biberón al crío. Tomy, tú pon la mesa.

-Se te da bien eso de dar órdenes.

-Déjate de rollos Tomy. No doy órdenes. Simplemente organizo el trabajo. Es algo que se nos da bien a las mujeres.

-Mira al viejo- me dice Tomy susurrado. Y allí estaba él con su gran barba blanca mirando por la ventana, con el móvil en la oreja. Esperó unos segundos, para empezar a hablar. De esta manera, Manuel solucionaba rápidamente su problema con la cena. Al colgar exclamó con jovialidad:
-Quién me hubiera dicho a mí, que acabaría hablando por un teléfono personal y en miniatura, sin cables y sin limitaciones. Y con un señor chino, de China, que además habla mi idioma. Y que en media hora tendré aquí la comida que a mí se me apetezca. ¿Cómo pensáis que llegará hasta aquí la comida en tan poco tiempo? China es un lugar muy lejano.

-Ya te dije que era prehistórico- Le digo a Tomy también en un susurro. Él me mira con media sonrisa.

-¿Y si te digo que el viejo se me parece mucho a ti?

lunes, 30 de marzo de 2009

6ª Semana, Leonardo

- 25… 26… 27… 28… 29… y 30. Se acabó el ejercicio por hoy.

Llevo casi una semana sin poder conciliar el sueño del todo. No soy capaz de quitarme lo de la otra noche de la cabeza. Menos mal que este gimnasio está abierto casi 24 horas al día y puedo venirme aquí por las noches cuando no puedo pegar ojo.

Es hora de desayunar, así que después de la ducha me voy al Arthurs a tomar un café con tostadas o algo que me sacie el apetito. Seguro que los camareros se alegran al verme después de las propinas que se llevan cada vez que voy.

Una vez allí, acompaño el desayuno con el Diario de Tortuosa, el periódico local que trata muchos temas diferentes, desde economía, temas del corazón… ¡incluso hay un apartado con sucesos paranormales! Según leo, veo que mucha gente ha mandado quejas a la compañía eléctrica por el apagón de la semana pasada. Los encargados del tema se defienden alegando que ellos no pueden hacer nada si un loco le prende fuego a la central que abastece a toda la ciudad de energía eléctrica. Cuando leo todo lo que me podía interesar hago el ritual de siempre, 10€ sobre la mesa para el camarero que me cobre.

Al salir de la cafetería veo que una chica morena está apoyada sobre el capó de mi coche. Me resulta bastante familiar, pero al estar de espaldas y tan lejos no soy capaz de verle la cara. Cuando estoy lo suficientemente cerca para que el mando a distancia del coche funcione, le doy al botón de las llaves que hace que se enciendan las luces de emergencia y salte un sonido que indica que las puertas se han abierto, para que la chica se dé cuenta de que iba a tener que cambiar de asiento. Al escuchar el sonido la chica morena se da la vuelta, y en ese mismo instante noto como si el tiempo se detuviera. ¡Es imposible! Mi mente no encajaba que ella esté aquí y ahora, justo una semana después de aquello…

- ¡Leo! ¡Por fin apareces! ¡Llevo un buen rato esperándote aquí sentada!

- …-Después del shock me cuesta gesticular palabra alguna-

- ¡Qué pasa! ¿No vas a decirme ni hola después de tanto tiempo? ¿Ni siquiera piensas darme un beso? ¡Ni que hubieras visto a un fantasma!

- Carol… no imaginaba que aparecieras aquí sin avisarme antes, me has dejado un poco descolocado… ¡pero ven aquí chiquilla! – Salgo del trance dándole un fuerte abrazo-

- ¡Pensé que no te habías alegrado al verme, tío!

- No es eso, es que no te esperaba y no sé si estaba preparado para verte ahora mismo…

- ¿A qué te refieres…?

- Bueno… a nada en especial, sólo que llevamos cerca de una semana sin hablar y… ¡que tú deberías estar a miles de kilómetros estudiando! – No me gusta mentir, pero ahora mismo no podía contarle lo que pasó la otra noche-

- Ya… ni siquiera se lo dije a mis padres, quería darle una sorpresa a todo el mundo.

- ¡Nunca cambiarás Carol! Te gusta demasiado ir por libre en la vida, ¡imagínate que me hubiera ido a algún sitio y no te hubiera podido ver!

- Me lo habrías dicho por teléfono, ¿no?

- Bah… lo que importa es que estás aquí. Venga sube al coche que nos vamos al STAR, allí no hay nadie ahora y estaremos tranquilos para hablar todo lo que haya que hablar y ponernos al día.

Subimos al coche y salgo a la avenida principal camino del STAR.

- Por cierto Carol, ¿cómo me has encontrado?

- ¿Es que se te ha olvidado que vivo al lado de donde habías aparcado? Cuando llegué a mi casa y solté las maletas, lo primero que hice fue asomarme por la terraza para ver si había cambiado algo por el barrio desde que estoy fuera. Vi tu coche ahí aparcado y bajé corriendo, pero como no sabía dónde estabas, no quería moverme de ahí hasta que llegases.

- Podrías haberme llamado al móvil… ¡así no tendrías que haberme esperado cogiendo frío mujer!

- Pero si te hubiera llamado no habría visto tu cara de sorpresa nada más verme, ¿no?

- Jaja, tienes razón.

Aparco en el garaje subterráneo del STAR y me voy directo a la barra para servirnos algo de beber.

- Estás más guapa desde que vives fuera. – Parece que le ha sentado bien el tiempo en NYC, viene vestida con ropa que no solía usar antes, más mujer.

- ¿Insinúas que antes no era guapa? Jaja… es broma, sé que siempre me has visto guapa, pero gracias de todas formas. Tú no has cambiado nada desde que no nos vemos, un poco más fuerte quizá… ¿te machacas mucho en el gimnasio o qué?

- Bueno, demasiado tiempo libre durante el día… y la noche. Cuando no tengo nada que hacer me voy al ROCK&GYM y me paso allí las horas muertas para no perder la forma.

- Pues ten cuidado, que los culturistas no me gustan eh…

- Jaja, no te preocupes, hago lo justo y sin excederme, ya me conoces. ¿Cuánto tiempo tienes pensado quedarte?

- Pues todavía no he comprado el billete de vuelta, pero no creo que me quede mucho tiempo por aquí, los exámenes están lejos pero no puedo quedarme atrasada. Así que me quedaré una o dos semanas, no más.

- Habrá que aprovechar el tiempo entonces, ¿no?

- ¡No tan rápido vaquero! Antes tenemos que charlar un rato, no quieras ir a saco nada más verme. ¿O es que sólo me echabas de menos por eso?

- ¡Qué mal pensada eres! No me refería al sexo. Me refería a pasar tiempo juntos y eso… aunque ahora que lo dices… Jaja.

- Jaja. Bueno, tenemos tiempo para todo…

He llamado a Rafa para que avise al resto de camareros de que hoy tienen la noche libre y le he explicado lo que pasa. El cartel de cerrado cuelga en la puerta. ¡Qué mejor que pasar la noche a solas con mi estrella! Aunque acabe de llegar es como si nunca se hubiera marchado, qué pena que sólo pueda disfrutarla una o dos semanas. En este momento me alegro de no haber terminado lo que empecé con Raquel, pudo haber sido el mayor error de mi vida.

jueves, 19 de marzo de 2009

7ª Semana, Isaac

el arca de la alianza.



-Sube.



-Gracias, pero ya he pedido un taxi.



-He dicho que subas.



El tono de María es, cuando menos, poco amigable, pero he de agradecer que vuelva a hablarme. Tengo que reconocer que la echo de menos. Y no sólo a Paula. Incluso ha conseguido que añore ese horrible restaurante chino. Hace días que me deja sus papeles en el buzón para no tener que verme, es una auténtica sorpresa encontrármela aquí, en la puerta de mi bloque de apartamentos, esperándome para llevarme a la estación de trenes. Su preciosa mirada castaña no me lanza su odio habitual, es más bien rabia e impaciencia. Antes de que me obsequie con un improperio me monto en su coche, lo siento por el taxista.



-De verdad que no hacía falta María, ahora tengo una pequeña cuenta de gastos y el taxi me lo paga la asesoría… aunque es un detalle que quieras llevarme a la estación.



-Cállate un rato, ¿quieres?



Y me callo. Aún no me explico cómo ni por qué dejo que me hable así. Nadie me ha hablado así nunca sin pagar las consecuencias. Supongo que a esto se refería mi psicólogo. “Crees que como niegas tus sentimientos eres intocable. Nadie puede herirte y si alguien se enfrenta a ti lo destruyes. Has creado un muro a tu alrededor y no dejas que nadie lo traspase. Sólo te relacionas con prostitutas, ¿sabes lo peligroso que es eso? Cuando tengas que enfrentarte a una situación en la que no quieras o no puedas destruir a quien te planta cara, ¿cómo reaccionarás? No eres intocable, Isaac, y antes o después te sacarán de tu error”. Sí, he de cambiar de psicólogo.



-Creo que vamos en la dirección equivocada, por aquí se sale de la ciudad.



-Cállate un rato Isaac, por favor.



Herida en su orgullo, enfadada, triste, rabiosa. Y eso es sólo lo que veo por encima. Si yo fuera psicólogo… me ahorraría una pasta.



-María, ¿se puede saber adónde me llevas?



-A “La marina”.



-¿El ejército?



-El aeropuerto, gilipollas.



Mastico su insulto unos minutos hasta que llegamos al aeropuerto de Tortuosa. Sin dirigirnos la palabra (ahora los dos estamos heridos en nuestros respectivos orgullos) alcanzamos la terminal internacional. “Llegadas”, reza el cartel que nos indica el camino. Una vez allí dentro, cuando estoy apunto de decir algo ella me agarra de las solapas de la chaqueta y se coloca a menos de un milímetro de mí. Sus abultados senos se aplastan contra mi pecho, un enorme calor me inunda y una presión en mi entrepierna me recuerda que hace días que no pruebo el sabor de una mujer. La agarro de la cintura y la aprieto contra mí, para que ella también pueda sentir la presión. Me gustaría hacérselo aquí mismo, delante de todos. Acerco mis labios a los suyos pero ella tiene otros planes para ellos.



-Mira por encima de mi hombro, pero no descaradamente, no debe vernos –me ordena con una sonrisa mal fingida, una sonrisa para el público, no para mí. Quiere que sepa que me odia.



-¿Qué es lo que debo ver? ¿Quién no debe vernos? –le susurro al oído, fingiendo palabras de amor. Su perfume se clava en mis sentidos y comienzo a rememorar nuestras noches de pasión, de auténtico sexo profesional.



-Deja de olisquearme, estamos espiando…



Abro los ojos y la veo. Su pelo rubio ya no me parece tan bien moldeado. Su atuendo me parece anticuado y sus movimientos poco elegantes. Su expresión sombría y su súbita sonrisa, falsa… pero… ¿a quién sonríe Carmen Aguado?



-Mierda –susurro- es Maktum…



-Maktum bin Saeed Al Nahayan, para más señas –aclara María-, acaba de llegar desde Dubai en su jet privado. Ha llegado con su inmaculado atuendo árabe cargado de pasta. Ha tardado diez horas en llegar a este sitio de mierda para hablar con la directora de una asesoría de mierda. Y, ¿por qué? Porque quiere comprarla. ¿Y cuánto va a pagar? Una cantidad obscena de dinero. ¿Y por qué va a hacer eso? –me aleja de ella con un suave empujón y me clava las pupilas en las gafas de pega- ¿por qué Isaac? ¿Por qué le interesa tanto una asesoría de mierda?



Antes de responder intento imaginar cómo ha averiguado María todo eso. Qué le ha contado a Noah y sobre todo cómo alguien de su inteligencia se dedica a poner cafés. Y a vender su cuerpo.



-No es la asesoría lo que le interesa. Es el edificio en sí lo que de verdad quiere.



-¿Porqué? Es una horterada “New Age” de reciente construcción. Fea como el pecado y sin ningún valor histórico, ¿qué puede querer un jeque árabe de él?



-Esa horterada “New Age” guarda un secreto milenario –respondo en tono solemne-. Bajo sus cimientos se oculta un objeto divino, allí abajo está el arca donde Moisés guardó las tablas de la ley. Allí abajo está enterrada el arca de la alianza.



Los ojos de María se despliegan de par en par y abarcan casi toda la terminal.



-Dios mío –exclama-, ¿es eso cierto?



Me permito una dramática pausa antes de responder.



-No.

…..



De vuelta en mi apartamento hago chocolate caliente y meto un par de gofres en el microondas. Necesito una gran ración de azúcar. Y otra mayor de sexo, aunque, me temo, voy a tener que conformarme con los gofres. Le sirvo una taza a María y hago lo propio conmigo.



-Me lo vas a contar, ¿no? –pregunta en un tono triste mientras le sopla al humeante chocolate.



-¿Por qué no? Ya no importa.



-Pues cuando quieras –responde la que fue mi espía particular y la dueña de mis sábanas acomodándose en una de las sillas de la cocina.



-Iba a ser el último gran golpe de Noah. Uno más y lo dejaba. Teme que yo le traicione un día de estos… y no le faltan motivos. El amigo Maktum lleva años buscando el arca de la alianza, está convencido de que existe y pretende dominar el mundo con ella. Eso es lo que el dinero le hace a la gente. La vuelve estúpida. Ha subvencionado varias excavaciones en Egipto, Francia, Irán… y en varios países más para encontrarla. Está obsesionado con ello, de verdad cree que la va a encontrar, y no repara en gastos de ningún tipo.



-¿Y que pinta la asesoría en todo esto? ¿Por qué cree que el arca está enterrada en Tortuosa?



-Porque nosotros se lo hicimos creer. Dentro de unas semanas los herederos de un viejo farmacéutico enormemente rico se reunirán en la asesoría. Queremos unos terrenos que van a heredar. Noah estuvo recabando información de Tortuosa y descubrió que fue parada obligada de peregrinos, caballeros y templarios durante siglos. Aún quedan en la ciudad restos de aquella época, de hecho, la asesoría está edificada en lo que pudo, o no, ser una importante… posada. El caso es que se le ocurrió unir los dos negocios. Compramos la asesoría, les compramos los terrenos a los Villegas, le vendemos el edificio a Maktum y finalmente dividimos la asesoría en acciones y se las vendemos a la junta directiva. Vendemos los terrenos de los Villegas por una cantidad diez veces mayor que la que pagamos por ellos y desaparecemos. Para cuando Maktum se diera cuenta del engaño ya estaríamos muy lejos.



-Pero ¿cómo convencisteis al jeque de que el arca estaba bajo la asesoría?



-Fácil. Demasiado. Sabemos cómo actúa Maktum así que dejamos pistas por Internet que señalaban el lugar. Falsificamos documentos antiguos, los digitalizamos y los colocamos en bibliotecas virtuales de medio mundo. Nuestro amigo árabe se cuela en esos sitios sin permiso y copia todo lo que le parece. Así es como había planeado las excavaciones anteriores.



-¿Y por qué dices que fue demasiado fácil?



-Porque o bien las pistas eran demasiado evidentes o bien el jeque es más listo de lo que en principio nos pareció. Dos semanas después de comenzar la operación mandó a la asesoría un correo electrónico informando de que estaba interesado en comprar el edificio, cuando aún no era nuestro.



-Y dado que nunca lo recibimos he de suponer que Noah lo interceptó.



Sonrío. La mujer perfecta. Y es prostituta. Maldita Carmen Aguado.



-Eso es –aclaro- pero estuvo demasiado cerca y eso puso nervioso a mi socio. Se empeñó en venir a la reunión concertada con Carmen para adquirir la asesoría porque no se fiaba de mí y de mi inagotable deseo sexual. Y una vez allí le ofreció una enorme cantidad de dinero a doña Carmen Aguado.



-Y ella lo rechazó.



-Sí, y Noah dobló la cantidad.



-Y ella lo volvió a rechazar.



-Y él la volvió a doblar.



-Y ella a rechazar.



-Efectivamente.



-Y como fue la única mujer que no pudiste comprar con dinero… te enamoraste de ella.



El silencio es tan evidente como su afirmación. ¿Es que nunca falla una suposición?



-No me enamoré de ella.



-Lo que tú digas –suspira María de mala gana sorbiendo un poco de chocolate-. Eres tan triste Isaac. Y por esa zorra… -susurra para sí mirando el fondo de la taza.



-Nos engañó, desde luego. Nos dijo que nunca vendería un negocio que había fundado su abuelo y nos dejó allí con la palabra en la boca y sin el edificio. Noah ha estado haciéndose pasar por el dueño de la asesoría a través del mail, pero está claro que tanto Maktum como Carmen se han dado cuenta del engaño.



-Y ahora mismo estarán cerrando el acuerdo con un triste polvo de derechas. Por eso te ha mandado a un cursillo de mierda de tres días fuera de la ciudad. O sabe quién eres en realidad o no quiere que sepas que no es más que una zorra presuntuosa. Un puta torpe y egoísta. Eso sí, sin duda va a cobrar más que Paula…



María me cuenta que el jeque le adelantó una cifra por correo electrónico y Carmen la aceptó sin dudarlo. Y ofreció su cuerpo como rúbrica. Va a recibir del jeque diez veces más de lo que le ofrecimos nosotros. Y el jeque va a pagar un tercio de lo que le pedíamos nosotros. Es normal que lo celebren en la cama.



-Y ahora, ¿qué vamos a hacer? Ya no te queda nada que hacer en Tortuosa, y yo…



Contemplo la mirada de preocupación de María y siento algo parecido a un sentimiento dentro de mí. Agarro mi móvil y marco de memoria un número de muchas cifras.



-Noah, soy yo. Los Villegas son el nuevo objetivo. No, no, olvídate de Maktum... Pues porque ahora mismo está follándose a Carmen Aguado.

lunes, 16 de marzo de 2009

7ª Semana, África

Ya huele a verano.
Mi despacho se encuentra con los demás, en una de las dos carpas pequeñas y anexas, de las tres que componen la excavación. Dentro, cada persona y sus circunstancias quedan aisladas del resto por biombos. Separadores de ambientes que se les llama en la era tecnológica.
Un verano que tiene pinta de ser caluroso, algo que empieza a hacer estragos en la temperatura del lugar. Dentro de poco será inaguantable. Por eso a veces prefiero trabajar en casa, pero esta semana va a estar complicado, estamos desbordados.

Un espectro penetra bruscamente en mi espacio personal. Es Tomy, a quién los nervios le están superando. Ya he intentado explicarle que en esta zona del mundo la gente trabaja de una manera algo especial.

-¡África! Acabo de mandarte un correo
-Ya lo he visto
-¡Léelo!
-Ya lo he leído
-¿Y qué piensas?
-Eso, junto con los datos que necesitas, debe estar en tu bandeja de entrada.
-Menos mal que tú no estás contagiada del magnífico hábito de dejarlo todo para el último momento. No entiendo como pueden estar tan tranquilos, cuando van a inaugurar próximamente un museo. Deberían preocuparse de que todo saliera a la perfección.

Ese es el problema. Que va a ser difícil que todo salga a la perfección. Al menos por nuestra parte. Nos han dedicado una esquina en el gran museo de Tortuosa para exponer los datos de nuestra excavación. Datos que estamos interpretando a nuestro antojo. Porque no es el momento de destapar nuestros hallazgos. Aún hay muchas cosas, que para la mente de un ciudadano de a pie son incongruentes. Y que además embestirían contra la comunidad científica. Antes de poner en juego la reputación de más de uno, debemos estar completamente seguros.

-Té con limón, con mucho hielo- vuelve a entrar en mi despacho, esta vez más tranquilo. Habrá leído ya el correo.
-Oye, por casualidad no tendrás un teléfono móvil de sobra, ¿verdad? Estoy buscando uno para Manuel. Me preocupa que pasen solos todo el día. Allí están incomunicados.
-¿Qué pasa con el viejo? Está viviendo en tu casa. Voy a tener que empezar a ponerme celoso.
-No digas pamplinas. No vive en casa. Simplemente pasa allí el día para echarme una mano. No podría pagarle a una niñera Tomy.
-No tendrías porque hacerlo, deshazte del niño.
-Said, se llama Said. Y no pienso deshacerme de él. –Su comentario me molesta, es cierto que empieza a oler a celos. Hace semanas que no duerme en casa, y como siga en este plan, es lo que le queda.

Said significa feliz, me explicó su madre la otra tarde en el Arthurs. Es lo mejor que me ha pasado, me dijo. Por eso no pienso permitir que sufra lo que estoy sufriendo yo. Me estoy muriendo. Su mirada fue sin duda la más dura a la que me he enfrentado en toda mi vida. Sé que contigo estará bien.
Necesitaba una explicación. ¿Por qué me ha elegido a mí? Y me dio mil razones para que me quedara con su hijo. La principal, que su padre es el mío. Le conoció hace un par de años en su país, en algún lugar de la costa mediterránea. Y al año siguiente volvió a buscarla. Estuvieron juntos algunas semanas, y después él, se fue.
Sé a qué se refiere. Lo he vivido muchas veces. Porque mi padre, al igual que venía, se iba. Y dejaba buenas sensaciones. Esta vez, también dejó un niño. Y una eternidad. Porque no va a volver, no en mucho tiempo. La razón de que no tengamos noticias suyas es que han secuestrado su barco. Un pirata de mentira, esclavizado por uno de verdad, en las costas de Somalia.
Por eso no voy a permitir que a ese niño le pase nada. Por eso he aceptado convertirme en su tutora legal. Said Heredia.

-Tomy, ¿me acercas al centro? Tengo que hacer algunas cosas antes de que cierren.
-Llévate mi coche. Cuando acabes me recoges, y cenamos en tu casa. Estoy pensando que le voy a dar una oportunidad al viejo, y otra al niño.
-Menos mal. Pensé que habías perdido la sensatez, probablemente en el mismo lugar en el que dejaste la empatía.

Y sin más me fui. Debe entender mi situación. Y no hacerla más difícil.

Recojo los animales de casa. Aunque tienen las vacunas y todo en orden, prefiero asegurarme de que no va a haber ningún tipo de problema con Said. Y me dirijo a la única clínica veterinaria de Tortuosa especializada en animales exóticos. Mientras él analiza al lagarto, yo leo detenidamente los innumerables panfletos acerca de las consecuencias de tener un animal exótico, y sus implicaciones en el ecosistema. Jamás abandonaría a mis animales.
-Está en perfecto estado- me dice el veterinario metiendo a Coco en su transportín.-Quizás un poco gordo para haber estado hibernando tanto tiempo.
-¿Y el mono? ¿Habrá algún inconveniente? ¿Es normal que trate al niño como a un hijo?- Me preocupa verlos dormir en la misma cama.
-En principio es normal- me dice el veterinario, buscando su ficha en el ordenador- Es raro, no la encuentro, dijiste que se llamaba Vladimir, verdad?
-Bladimir con B. De pequeña me enseñaron que con la letra “L” siempre se ponía “B”, y no “V”

Después de comprobar que no había riesgo de enfermedades, me pasé a hacer algunas compras. Medio sueldo entre pañales, biberones, papillas y cremas. Y eso que todavía no habla. A ver que hacemos cuando empiece a pedir. Aunque tengo algún dinero guardado, de momento no puedo plantearme determinados lujos, como comprar un carrito. Y menos mal que Manuel le ha hecho una cuna. Es curioso. Es como si el viejo hubiese intuido que Said se quedaría más tiempo del previsto.